Cartas del embajador: Primer Manicomio de la Nueva España

 

 

Generoso el espíritu, por más que precaria la faltriquera, el carpintero cedería a los ruegos de su esposa para abrir la puerta a su prima que vagaba por la Nueva España con su locura a cuestas: la ropa en girones, el alma extraviada. Y luego otra, y otra, hasta llegar a una docena de enfermas en lo que sería la semilla del primer manicomio para mujeres en México, cuya obra pasaría a la estafeta de los jesuitas y luego a la de las hermanas de la caridad de la obra de san Vicente de Paul. De la humilde vivienda de la zona de La Merced a la Casa de la Canoa, como se llamaba a Donceles, antes Cordobanes, sobreviviente a la expulsión de los jesuitas, la lucha por la Independencia, la invasión estadounidense y el segundo imperio, la casona abriga hoy archivos de enorme valor. Ahí está íntegro el expediente del manicomio de la Castañeda; ahí están los documentos de los primeros hospitales y los papeles del Registro Civil, pero también las leyendas, pero también las historias, pero también la ruta de una instancia hospitalaria reconocida como ejemplar. Cada piedra un recuerdo. La vida de mujeres sin esperanza y a veces sin piedad. El día a día de la casona que ponderó Joaquín García Icazbalceta y visitaba el cronista-poeta Juan de Dios Peza.