La Santa Sede es reconocida como sujeto sui-generis de Derecho Internacional y a la vez tiene a su cargo el gobierno de la Iglesia Católica, cuya cabeza es el Papa, Jefe de Estado y Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Apostólica Romana.

 

La Santa Sede tiene su asiento en el Estado de la Ciudad del Vaticano que surgió como un ente de Derecho Internacional Público el 11 de febrero de 1929, como consecuencia de la firma de los Tratados de Letrán entre Italia y la Santa Sede. Mediante dicho instrumento fue reconocida la soberanía del Papa sobre el territorio de la Ciudad del Vaticano y algunos templos en la ciudad de Roma, además del Palacio de Castel Gandolfo.

 

Desde antes que existiera el Estado de la Ciudad del Vaticano, la Santa Sede ya sostenía relaciones con diferentes gobiernos. Enviados diplomáticos ante la Santa Sede con un cierto grado de estabilidad, se registran desde finales del siglo XV; y fue en el siglo XVI cuando comenzaron a establecerse representaciones permanentes.

 

La Santa Sede está organizada de conformidad con lo dispuesto por el Código de Derecho Canónico, la Constitución Apostólica Pastor Bonus que expidió el papa Juan Pablo II en 1988 y la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano que entró en vigor el 22 de febrero de 2001.

 

El Papa ejerce dirección espiritual sobre la Iglesia Católica y soberanía temporal sobre el Estado - Ciudad del Vaticano, y es elegido por un Colegio de Cardenales, procedentes de todos los continentes reunidos en la asamblea del Cónclave.

 

Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, se concentran en el Papa, quien por medio de la Secretaría de Estado, ejerce la representación de la Santa Sede en las relaciones con los Estados extranjeros.

 

Actualmente, la Santa Sede, mantiene relaciones diplomáticas con 172 países y tiene misiones especiales ante la Federación Rusa, la Autoridad Nacional Palestina y la Unión Europea, además de contar con el status de Observador Permanente ante la Organización de las Naciones Unidas y ser miembro de otros organismos internacionales como la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa y el Consejo de Europa.

 

La estructura política y legal de la Santa Sede le permite actuar en el escenario mundial de forma similar a la de los Estados y participar activamente en diversos foros internacionales, en donde ejerce una importante influencia basada en su fuerza moral. Así, desde hace varias décadas ha desplegado una actividad diplomática significativa en conferencias mundiales tales como las dedicadas a la Población, el Desarrollo, la Mujer y la Alimentación, por nombrar algunas de ellas.

 

Mención especial merece, la acción desarrollada por la Santa Sede en materia de Derechos Humanos, además de la defensa irrestricta a la vida humana y su rechazo a la violencia y al terrorismo.

 

Los vínculos de México con la Santa Sede son especiales y distintos a los que mantiene nuestro país con la mayoría de los Estados u organizaciones; ya que además de contribuir al entendimiento bilateral, involucra principios internacionales y tradiciones de la sociedad mexicana, la cual ejerce su libertad religiosa de acuerdo con los principios históricos de la laicidad del Estado Mexicano y de la separación entre el Estado y las Iglesias, consagrados en la Constitución Política de nuestro país.

 

La relación de la Iglesia Católica y el Estado Mexicano, que transcurrió por varias etapas históricas, pasando de la confrontación a un proceso de distensión, finalmente llegó a una época de colaboración respetuosa en el marco del Estado de Derecho y en un entorno democrático y plural.

 

BREVE RESUMEN HISTÓRICO 

Las relaciones diplomáticas entre el México moderno y la Santa Sede se establecieron en 1992, luego de que las reformas al artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la entrada en vigor de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público en ese mismo año, reconocieron la personalidad jurídica de las iglesias y asociaciones religiosas.

Lo anterior fue resultado de un largo proceso de acercamiento, que tuvo por antecedente los diversos contactos que se establecieron entre la jerarquía católica y el Gobierno mexicano; particularmente, los cuatro importantes encuentros que se llevaron a cabo entre tres presidentes de México y dos pontífices. El primero de ellos tuvo lugar en febrero de 1974, cuando el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, visitó al papa Pablo VI con el propósito de agradecer su apoyo para la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados. Unos años después, el presidente José López Portillo recibió personalmente al papa Juan Pablo II en el aeropuerto de la Ciudad de México y en la residencia oficial de Los Pinos, en el curso de la primera estancia pastoral del Pontífice en México, en enero de 1979; y el presidente Carlos Salinas de Gortari le concedió un tratamiento especial cuando Juan Pablo II regreso a nuestro país en mayo de 1990. Por último, el cuatro encuentro se efectuó en el Vaticano, durante la gira que el presidente Salinas llevó a cabo por Europa en julio de 1991.

 Adicionalmente, en las décadas de los ochenta y principios de los noventa se planteó la necesidad de revisar el marco legal de las relaciones entre el Estado y las iglesias. Esto dio lugar a un amplio debate y, posteriormente, a un programa de modernización de la vida nacional. Se contemplaba, igualmente, aprovechar el potencial de colaboración con los llamados “nuevos” actores en el escenario internacional de la época. Entre éstos, la Santa Sede, que había intensificado su participación en los asuntos mundiales. Se recurrió entonces a una fórmula poco común para establecer líneas de comunicación directa con la Santa Sede: nombrar un representante personal ante el Papa y aceptar que el Delegado Apostólico fungiera también como representante personal del Pontífice ante el Presidente de México.

 Una vez que entraron en vigor las reformas a la Constitución, las relaciones diplomáticas se hicieron oficiales mediante el intercambio de notas diplomáticas entre la cancillería mexicana y la Secretaría de Estado de la Santa Sede, las cuales fueron publicadas simultáneamente el 21 de septiembre de 1992. Posteriormente, el Gobierno de México anunció el nombramiento del Prof. Enrique Olivares Santana como su primer Embajador ante la Santa Sede y la Embajada de México inició sus labores el 20 de octubre del mismo año.

 La nueva Representación dio continuidad a las tareas que ya venía realizando, de manera informal, una misión establecida en abril de 1990 por Agustín Téllez Cruces, como representante personal del Presidente de México.

 Embajadores anteriores de México ante la Santa Sede

1992- 1994

Prof. Enrique Olivares Santana (C.C. 28/XI/1992*)

1995 – 1998

Lic. Guillermo Jiménez Morales (C.C. 6/IV/1995*)

1998 – 2000

Lic. Horacio Sánchez Unzueta (C.C. 6/VI/1998*)

2001 – 2003

Dr. Fernando Estrada Sámano (C.C. 19/V/2001*)

 2004 - 2005

Dr. Javier Moctezuma Barragán (C.C. 24/II/2004*)

2005- 2008

Lic. Luis Felipe Bravo Mena (C.C. 23/IX/2005*)

2009-2013

Ing. Héctor Federico Ling Altamirano (C.C. 10/VII/2009*)

2013 - 2016

Dr. Mariano Palacios Alcocer (C.C. 10/VI/2013*)

2017 - 2018

Dr. Jaime Manuel del Arenal Fenochio (C.C. 1/IX/2017*)

 

 Nuncios Apostólicos de la Santa Sede en México

 

1992- 1997

 Mons. Girolamo Prigione (C.C. 24/XI/1992*)

1997 – 2000

Mons. Justo Mullor García (C.C. 17/VII/1997*)

2000 may-sep.

Mons. Leonardo Sandri (C.C. 2/V/2000*)

2001 – 2007

Mons. Giuseppe Bertello (C.C. 20/III/2001*)

2007 - 2016

Mons. Christophe Pierre (C.C. 18/VII/2007*)

2016 - 2021

Mons. Franco Coppola (C.C: 24/X/2016*)

2022 -  a la fecha

Mons. Joseph Spiteri (C.C. 13/VIII/2022*)

 * Fecha de presentación de las Cartas Credenciales

ESTADO DE LAS RELACIONES MÉXICO-SANTA SEDE

 Actualmente, las relaciones de nuestro país con la Santa Sede se encuentran en muy buenos términos; avanzan de manera ordenada y positiva para los intereses de ambas partes.

 La relación diplomática progresa a partir del diálogo, la consulta y la colaboración, en un marco de respeto mutuo así como del reconocimiento de valores y objetivos compartidos en favor de la convivencia armoniosa, la justicia, el respeto de los derechos humanos y la solidaridad entre las naciones.

 El constante acercamiento y las visitas recíprocas permiten exponer de manera directa la opinión del Gobierno de México sobre temas en los cuales existen objetivos similares e incluso sobre aquellos donde no siempre existen posturas coincidentes.

 También la relación en el campo cultural y académico ha comenzado a rendir resultados mediante la existencia de diversas formas de cooperación.

 Colaboración para el fortalecimiento del multilateralismo

 Nuestro país defiende y promueve una serie de principios que encuentran coincidencias con las posiciones de la Santa Sede en áreas tan sensibles y relevantes como la búsqueda de la paz y la seguridad internacionales, la solución pacífica de los conflictos, el combate al terrorismo, la reducción y eliminación del armamento y la prohibición de los ensayos nucleares, así como la protección al medio ambiente.

 Muy importantes también son las convergencias en temas como la búsqueda de una mayor justicia social y de un desarrollo sustentable, así como la defensa de los derechos de los grupos más desfavorecidos de la sociedad, particularmente de los pueblos indígenas, los migrantes y las mujeres, entre los más significativos.

 Estos temas constituyen una riqueza singular que da lugar a un constante intercambio de ideas y a nuevas formas de colaboración encaminados a fortalecer nuestras posiciones en los foros internacionales: las consultas que se llevan a cabo tienen como propósito la coordinación de acciones sobre todo en las materias de protección de los derechos humanos, promoción de un orden mundial más justo y defensa de la legalidad internacional.

 Se trabaja igualmente en la promoción de una reforma de las Naciones Unidas que ofrezca como resultado una organización en la que todos los Estados miembros estén verdaderamente representados.

 Balance de las relaciones

 El vínculo entre México y la Santa Sede ha mostrado ser sumamente positivo. Los viajes del papa Juan Pablo II a México, particularmente el que realizó en su calidad de Jefe de Estado en 1993, y el del papa Benedicto XVI en 2012, así como las visitas de los presidentes mexicanos al Vaticano, en especial la del presidente Enrique Peña Nieto en junio de 2014, han puesto de manifiesto la importancia que tanto nuestro país como la Santa Sede asignamos a la relación bilateral. Las visitas han facilitado el intercambio de puntos de vista al más alto nivel y han permitido una mayor comprensión entre ambas partes.

 Lo mismo puede decirse de los múltiples encuentros que se han llevado a cabo entre los cancilleres de ambas partes, y otros funcionarios del Gobierno mexicano con las autoridades vaticanas a lo largo de estos años de relaciones diplomáticas. En este periodo se han dado importantes avances en la definición de espacios institucionales para el diálogo político y la colaboración.

 Prueba de estos avances ha sido el intercambio de ideas y en muchas ocasiones el respaldo mutuo en temas relacionados con el respeto universal a los derechos humanos, el fortalecimiento y democratización de la ONU y la lucha por la paz y seguridad internacionales. Mención especial merece la colaboración en la lucha contra la pena de muerte y en favor de los derechos humanos de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, así como en el ámbito del financiamiento al desarrollo y el acceso de los países pobres a los mercados mundiales; asuntos en los cuales la Santa Sede ha respaldado decididamente las posiciones y las gestiones del Gobierno de México.

 Otro ejemplo del trabajo que se ha desarrollado en estos años ha sido la realización del Coloquio sobre Globalización y Justicia Internacional que se llevó a cabo en México bajo el patrocinio de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales en junio del 2004; éste representó el primer evento de esta naturaleza, orientado a facilitar los intercambios entre diversos sectores de la sociedad sobre aspectos que son de interés prioritario tanto para la Santa Sede como para México, como es el caso de los desafíos que presenta la globalización al mundo actual. En julio de 2014, se llevó a cabo otro Coloquio México Santa Sede sobre Movilidad Humana y desarrollo.

 Por último, se han realizado importantes esfuerzos para promover el intercambio académico-cultural a través de acciones como la exposición "Tesoros Artísticos del Vaticano: Arte y Cultura de Dos Milenios", llevada a cabo en el antiguo Colegio de San Ildefonso de la Ciudad de México en 1994. A ésta le siguieron otro tipo de actividades que han contribuido a dar continuidad a la colaboración en éste ámbito. Adicionalmente, nuestro país promovió y apoyó las candidaturas de los mexicanos Mario J. Molina -Premio Nobel a la Química 1995- y Ernesto Derbez –ex canciller de México-, como miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias, quien fueron aceptados en dicha institución en julio de 2000 y en octubre de 2007, respectivamente.

 Asimismo, cabe destacar los eventos culturales de promoción de la artesanía mexicana en los Museos Vaticanos: la “Navidad Mexicana en El Vaticano” y "Manos del Mundo en el Vaticano". El primero es un evento que se realiza en el marco de las festividades navideñas, en el que una entidad federativa de México expone en el Vaticano dos nacimientos y adornos navideños, elaborados por artesanos oriundos del Estado en cuestión. El otro proyecto impulsa la promoción de la artesanía de un estado diverso cada año, a través de la venta de las piezas originarias en los Museos Vaticanos.