MENSAJE DE LA CANCILLER CLAUDIA RUIZ MASSIEU EN LA CEREMONIA POR LOS 15 AÑOS DEL TRATADO DE LIBRE COMERCIO UNIÓN EUROPEA-MÉXICO

Muy buenos días.

Quiero agradecer en primer término al doctor Jaime Zabludovsky, presidente de COMEXI, su gentil invitación, y saludar de manera muy especial a mi colega Ildefonso Guajardo, secretario de Economía; a la embajadora emérita Rosario Green Macías; al excelentísimo señor Andrew Standley; al doctor Herminio Blanco; y a la señora Madelaine Tuininga, lo siento Madelaine a la próxima prometo pronunciarlo mejor.

Muy buenos días tengan todas y todos ustedes, señoras y señores. Para mí es un gran honor estar con ustedes esta mañana en la apertura de este foro para conmemorar los primeros 15 años del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea. Foro que reúne a un grupo plural de mentes empresariales, de consultores y funcionarios de distintas instituciones de ambos lados del Atlántico, y que generará una discusión sumamente rica sobre el presente y el futuro de nuestra relación con los países de la Unión Europea.

No tengo duda que de este diálogo extraeremos elementos para seguir construyendo en México una visión hacia uno de los pivotes del poder mundial, como lo es Europa. Esta discusión no puede llegar en un momento más oportuno, hoy somos testigos de que Europa se encuentra frente a varias encrucijadas. Por un lado, la política comercial se está restructurando y tomando nuevos bríos en ciertas regiones del mundo, como la de Asia Pacífico, y entre las principales democracias del sistema internacional, como lo son Estados Unidos y la propia Europa.

Por el otro, el fenómeno migratorio nos recuerda con escenas trágicas la vigencia de la cooperación internacional y los retos de los procesos de integración del siglo XXI, enmarcados entre dos apuestas: el humanitarismo y el interés de los electorados, los cuales no necesariamente deben llevarnos a pensar en soluciones de suma cero.

Ante esta realidad, ¿en dónde estamos México y la Unión Europea 15 años después y hacia dónde vamos? Con el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación, suscrito en el año 2000, nuestras relaciones políticas de comercio y de cooperación con la Unión Europea encontraron una plataforma innovadora de diálogo y vinculación. El acuerdo fue una inversión inteligente, oportuna y provechosa para ambas partes.

La entonces canciller de México, la embajadora Green, apuntó en aquel parteaguas que el objetivo de este instrumento era, y cito, “equilibrar nuestros nexos con el mundo, consolidar nuestra capacidad de negociación y acrecentar nuestro margen de maniobra e influencia en el escenario internacional”. Estas palabras se escuchan hoy contemporáneas y válidas.

La vertiente de asociación económica del acuerdo global establece todas las disposiciones que dieron certeza a inversionistas, y sobre todo dieron cabida a algo que había estado en las aspiraciones de México; el tratado permitió la diversificación de los intercambios comerciales.

Con esta fórmula México ganó en equilibrio y en fuerza de negociación. Es por ello, que en este aniversario debemos reconocer y felicitar a los negociadores que hicieron realidad uno de los acuerdos más vanguardistas en la materia.

El tratado dio continuidad al proceso de apertura económica de nuestro país, y continuó sentando precedentes al reunir varios primeros, ya que por ejemplo este instrumento se eligió como el primer tratado de libre comercio que la Unión Europea suscribía con un país de América Latina.

El TLC abrió también la puerta, y sirvió de modelo, para posteriores acuerdos, fuimos punteros en el hemisferio, toda vez que tras su negociación se hicieron otras que la Unión Europea entabló con Chile, Perú, Colombia, Centroamérica, Canadá y ahora con Estados Unidos en la llamada Asociación Trasatlántica de Comercio de Inversión.

Son por demás conocidos los beneficios económicos que el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea han traído a México, desde su entrada en vigor el comercio bilateral ha crecido más de 250 por ciento, nuestro comercio total es ya de 75 mil millones de dólares por año, 20 mil de los cuales son exportaciones mexicanas, y la Unión Europea es el segundo inversionista en México con más de 151 mil millones de inversión productiva acumulada en 15 años. Es decir, el 38 por ciento del total de la inversión extranjera directa que nuestro país recibe.

Los beneficios comerciales y sociales que hemos obtenido tras 15 años desde la suscripción del tratado, aunados a lo que hemos logrado a partir de esta plataforma en temas como el diálogo político, la cooperación y concertación en el ámbito multilateral, evidencian una relación privilegiada, dinámica y afín. En suma, una alianza estratégica.

Y no hay retórica en ello. La Unión Europea, una entidad como lo ha dicho Jaime Zabludovsky, tradicionalmente muy introspectiva, con una agenda interior muy compleja, voltea hacia México y le dedica una atención privilegiada por dos razones torales: primero la obvia, el valor y la relevancia de México en las Américas; y segunda, por su creciente peso en el entorno económico y político global.

Un repaso a la métrica básica lo reitera: tenemos hoy 18 embajadas en países de la Unión Europea, y en vigor 22 mecanismos de consultas políticas; de los diez países con mayor registro de mexicanos residentes en el mundo, cinco pertenecen a la Unión Europea.

Compartimos intereses y posiciones en los asuntos prioritarios de la agenda multilateral de hoy, como lo son la lucha compartida del cambio climático y el respeto y la promoción de los derechos humanos.

Más aún, compartimos valores y ambiciones, mexicanos y europeos, nos hemos nutrido de las mismas nociones políticas y sociales en que se fundan nuestras ya centenarias y sólidas instituciones. Nuestra relación con la Unión Europea se desarrolla, hay que decirlo, en un contexto de inestabilidad y constante cambio que debe de ser ponderado.

Este contexto, está marcado para acontecimientos recientes en Europa, como la crisis de pagos en Grecia y el problema de los refugiados sirios, libios, afganos, eritreos, iraquíes y otros, que llegan a las costas y tocan a la puerta de sus Estados Miembro.

Pero en estos foros no debemos olvidar que la Unión Europea constituye, por mucho, el experimento de coordinación internacional más ambicioso, más acabado, tanto en lo comercial como en lo económico y en lo político.

Las dificultades que hoy enfrenta, ponen a prueba los principios sobre los que fue edificada, incluyendo el libre movimiento de personas, bienes, servicios y capitales; las cuatro libertades. El principio de la cooperación leal y el de la supremacía del marco jurídico común.

La comunidad internacional debe de estar muy atenta a la forma en que la Unión Europea, habrá de sortear estos aires de cambio y nuevo rumbo, protegiendo en el proceso sus valores centrales de libertad, igualdad, democracia y dignidad humana.

Los grandes logros de la Unión Europea, han sido posibles en buena medida, gracias a la defensa generosa del estado de derecho que reside en la base de sus estructuras y es eje rector de su actuación. Es en este contexto en que se inserta la decisión de México y la Unión Europea, de modernizar y actualizar el acuerdo global que nos une desde hace 15 años.

La acelerada evolución comercial, regulatoria y tecnológica que vivimos, justifica esta decisión como una empresa obligada y como una acción oportuna. El desafío será lograr que el acuerdo alcanzado conjuntamente por el presidente Peña Nieto, el presidente del Consejo Europeo y el presidente de la Comisión Europea, en la pasada séptima cumbre celebrada en Bruselas, permita efectivamente alcanzar el objetivo en un futuro común.

Así como en un inicio el tratado nos permitió dialogar más cercana y profundamente, cooperar genuinamente, nivelar la competencia entre inversionistas, completar cadenas de suministros y abrir nuevas oportunidades a los sectores privados, hoy resulta fundamental que México y la Unión Europea trabajen para poner al día este instrumento bajo la premisa de valores compartidos y fortalecidos. El fin es claro y amplio; mantener vivos sus beneficios.

Un marco jurídico renovado permitirá a nuestros agentes económicos consolidar su inserción en las cadenas internacionales de valor, y capitalizar las reformas estructurales que hoy se instrumentan en el país. El potencial está en nuestras manos y el resultado de la ecuación es clara, las dos partes seguiremos sumando y ganando.

La actualización permitirá a las instancias de cooperación impulsar nuevos proyectos para el desarrollo en áreas novedosas pero imperantes, como la adaptación al cambio climático, el acceso a energías renovables y acordar, para posteriormente implementar, políticas públicas vanguardistas de combate a la pobreza y corrupción.

Nos permitirá también hablar con voces unidad en los foros en los que se analizan y se generan soluciones a los retos globales compartidos, y en el seno donde se construye una arquitectura internacional más eficaz y humana.

La modernización del Tratado de Libre Comercio hará posible, sobre todo, continuar proyectando a México y la Unión Europea como dos socios que se comunican en un mismo idioma, basado en principios y valores que se entienden, que interactúan estratégicamente y, sobre todo, que se conocen.

Se trata de una proyección por demás valiosa, que se inserta con patrones de cooperación novedosa en un sistema internacional que hospeda crisis simultáneas extrayendo oportunidades de todas ellas.

Señoras y señores, México no es ajeno a los retos y a las dificultades como a las que hoy encara la Unión Europea, tanto económicas, como migratorias y de otra índole. Esto nos hace relevantes, solidarios y más aliados aun. Segura estoy que este foro generará propuestas e ideas en lo económico y lo político que ameritarán una reflexión seria por parte de todos nosotros.

La Secretaría de Relaciones Exteriores, y yo misma, estaremos muy atentos de conocer los resultados de lo que aquí se analice por la enorme relevancia que ello tiene, no sólo para la sociedad y la política exterior de nuestro país, sino para continuar consolidando la relación entre estos dos foros de poder en la escena global.

Hoy, ante los retos y realidades del siglo XXI, debemos abordar con creatividad y decisión este proceso de renovación y actualización de un marco que nos ha acercado y dado enormes beneficios. Entendamos y continuemos definiendo juntos México y la Unión Europea, las concepciones del siglo XXI de soberanía, interés nacional, fronteras e integración.

Contamos con un acervo de voluntad política y experiencias que nos colocan en un sitio privilegiado para lograr nuestro objetivo compartido: aprovechar positivamente los fenómenos propios del milenio, como la revolución tecnológica, una movilidad humana sin precedentes y la emergencia de nuevos esquemas de cooperación e integración comercial para sumar nuestras fortalezas y ventajas competitivas complementarias, para cimentar esta relación estratégica y proyectarla hacia el futuro.

Muchas gracias.