Cartas del Embajador

"SALVADOR NOVO, CRONISTA Y DRAMATURGO"

 Alberto Barranco Chavarría

Alguna vez, en afán de explicar que el mestizaje no nos había arrebatado la esencia, lanzó una frase sabia: “Lo Cortés no quita lo caliente”. Poeta de escándalo, su libro autobiográfico “La estatua de sal” tardó cuatro décadas en publicarse completo; cronista prolífico, sus obras recorren la historia de la ciudad de la raíz a los 70; dramaturgo polémico, su obra “A ocho columnas” despertó la ira de las buenas conciencias. Salvador Novo fue personaje hasta su muerte. Ya el editor de la revista “Los Contemporáneos” de la que derivaría el célebre grupo de poetas: Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Gilberto Owen, Jorge Cuesta… quienes decían que los unían sus soledades; ya con Antonieta Rivas Mercado, el mecenas del teatro Ulises, cuyo foro era una vecindad en ruinas de Mesones; ya desafiando a sus enemigos en furiosas columnas periodísticas en que los calificaba de “endriagos”, “fetos”, “abortos”. El cronista de la ciudad que vivió en una calle con su nombre, pared con pared de la casa de su amiga Dolores del Río; el que se polveaba la cara en cenas con encumbrados políticos; al que su madre le enredaba rizos que le caían en la frente. Hijo de un acaudalado español, de niño vivió de cerca, cara a cara, los estragos y entuertos de la revolución: el retrato del caudillo Madero, que un día se metía bajo la cama y otro se lucía en la sala de cara al cateo. Y a los 17 años ya escribía en los diarios; y luego llegarían los guiones del cine, “La Culta Dama”, por ejemplo. Y los honores, y los cargos públicos, y las conferencias magistrales. Salvador Novo, el hombre que desafió a su tiempo; el poeta del otro estilo, pero también el grande de México.