Cartas del Embajador

"PALADÍN DE LA CIUDAD DE MÉXICO"

 Alberto Barranco Chavarría

Indómita a jaculatorias, rogativas y preces al cielo, la tormenta rompió la procesión de san Mateo Evangelista con proa a la Catedral, y de pasadita las formas: Dieguitos, Agustinos; Franciscanos, golpeaban portones en pos de refugio. El agua se volvía torrente al ingreso de los empapados hermanos. Era domingo. Era el 21 de septiembre de 1629. Era el primero de tres días de lluvia sin tregua que inundaría dos varas las calzadas de San Antón, Tacuba y Guadalupe. La Nueva España en canoas, barcazas y chalupas, al jolgorio que mezclaba ricos y pobres en viajes de azotea a azotea, con escala para contemplar la isla de los perros, en donde se refugiaron todos los que vagaban por las calles… que de pronto se volvió pesadilla. El hambre, la muerte, el crimen representaban el nuevo paisaje, prolongándose 5 años. Treinta mil naturales fueron sepultados por las aguas. Si en 1624 había 22 mil familias de españoles o criollos en la Nueva España, en 1633 sólo quedaban 400. La paradoja fue que el día en que se inició la lluvia pertinaz salía de la cárcel, acusado de haber fallado en la tarea de evitar inundaciones, el ingeniero, matemático, cosmógrafo real, Enrico Martínez, cuyos alegatos de que debía terminarse el túnel que había abierto en el Tajo de Nochistongo para trasvasar las aguas del río Cuautitlán hacia el de Tula, fueron estériles. La colosal obra se había detenido al término de la primera etapa en medio de intrigas palaciegas. Y aunque el alemán nacido en Hamburgo en 1550, quien llegaría al país en 1579, volvió a la obra, nunca lo dejaron concluirla. La crítica, empero, se volvería pasmo a la llegada del barón de Humboldt, quien elogiaría la obra como digna de ser imitada en Holanda. En 1878 el presidente Porfirio Díaz reivindicaría el trabajo de Enrico Martínez, solicitando al escultor Miguel Noreña un conjunto escultórico a su memoria, actualmente ubicado en el lado poniente de la Catedral: Una mujer, la Ciudad de México, coronando en laureles -en realidad una planta llamada Gaudicheda, descubierta en el Tajo de Nochistongo-, al extranjero que buscó salvarla. Ahí está la altura de la ciudad, la profundidad de los lagos del Valle de México, empezando por Texcoco. Ahí está el kilómetro 0 del país. El políglota, impresor, escritor de libros como “Canon de Eclipses”, el primero en su tipo en América Latina. Heinrich Martin, Enrico Martínez.