Cartas del Embajador

"LAS AVENTURAS DE TLÁLOC"

 Alberto Barranco Chavarría

Una aciaga mañana de marzo de 1964 llegó a San Miguel Coatlinchán (“Hogar de las serpientes”) una terrible notificación: el gobierno federal se llevaría el monolito que por siglos había representado el atractivo turístico del lugar. La acción fue rápida: la piedra de 167 toneladas que representa a Tláloc, dios de la fertilidad de la tierra, fue atada con alambres a una colosal plataforma jalada por dos cabezas de tráiler, que a su paso por el pueblo se atoró entre los árboles, lo que aprovechó éste para rebelarse. Piedras, palos, machetes. Y Tláloc fue liberado, con un saldo de llantas ponchadas, arena en el motor, expulsión de arqueólogos e ingenieros… Un mes después, sin embargo, tomado el pueblo por la tropa, Tláloc saldría finalmente rumbo a lo que era una construcción inconclusa: el Museo Nacional de Antropología e Historia de Chapultepec. El recorrido fue a cinco kilómetros por hora: la carretera México-Texcoco, la México-Puebla, la Calzada Ignacio Zaragoza. Y una lluvia terrible que inundó 14 colonias. La venganza de Tláloc.