Cartas del Embajador

"CONVENTO DE SAN FERNANDO"

 Alberto Barranco Chavarría

Despojado de campanas, saqueados sus tesoros, herido su retablo barroco tras el cierre de sus puertas al rigor de las leyes de reforma, en 1867, al triunfo de la república, el aristócrata Julio Limantour, padre del jefe de los “científicos” porfiristas, reclamó el convento de San Fernando al presidente Benito Juárez a cambio de las armas que le había entregado… a los dos bandos. La negativa fue enérgica, por más que meses después se lotificaría la que fuera la huerta del recinto, se derrumbarían las celdas, las aulas, la biblioteca, para sembrar la semilla de la colonia Guerrero. Se acabó el que fuera Colegio de Propaganda Fide, de cuyas añejas paredes saldrían predicadores de leyenda como fray Junípero Serra, fray Diego de Soria y fray Francisco Palau, fundadores, éstos, de las ciudades de San Diego y San Francisco. En la larga ruta está la mano benefactora del primer conde de regla, Pedro Romero de Terreros, como patrono de la iglesia, con el panteón de Hombres Ilustres anexo, único vestigio de aquello que fue. La meta obligada en la visita de las siete casas; la larga tradición en la bendición de animales del dos de febrero y la renovación de votos nupciales.