Cartas del Embajador

"ASÍ ERA MORELOS"

 Alberto Barranco Chavarría

 

La frase es de Napoleón Bonaparte: "Denme dos Morelos y conquisto al mundo". Aterrado, el comandante realista le escribiría al virrey Francisco Javier Venegas: "Ese clérigo es un segundo Mahoma". "El genio de la guerra", diría de él Ignacio Manuel Altamirano. “Me doy por bien servido”, diría el nombrado dos veces generalísimo, con ser nombrado Siervo de la Nación.

Hijo de un carpintero de ascendencia indígena y una criolla, José María Teclo Morelos y Pavón nació en un convento. Asaltada en la calle por las urgencias del parto, Juana Maria Guadalupe Pérez y Pavón sería asistida por la caridad de unas monjas. Ella le enseñaría a leer al muchacho al que la adversidad convirtió en arriero, pero la confianza del dueño de la hacienda de Guadalupe le daría cauce a su ingreso al Colegio Nicolaíta en 1792. A los tres años se cobijó de bachiller; a los cinco de sacerdote. Encargado del curato de Carácuaro y Nocupétaro, el obispo de Michoacán, Abad y Queipo, le ordenó pegar en los muros de la iglesia un texto infamante contra Hidalgo, recién levantado en armas, lo que no le impidió abrazar la causa.

Anhelaba ser capellán de los insurgentes, pero la orden fue levantar al sur. La ruptura del sitio de Cuautla y la toma de Tixtla mostrarían nítidamente al genio militar y, la pauta para la Constitución de Apatzingán, el ideólogo "que solo distinga a los mexicanos la virtud o el vicio", escribiría en sangre los Sentimientos de la Nación. Enamorado, padre de dos hijos, una mujer sería el eslabón para su captura. Y uno de ellos el centro del misterio de sus restos. Torturado moral y físicamente por la Inquisición, Morelos, sin embargo, llegaría en sus restos al altar de los reyes de la Catedral Metropolitana y luego a la Capilla de San José de la misma. Maximiliano develó una estatua en su honor. El escultor que canceló los cimientos del México independiente. "El más notable entre los insurgentes", escribiría el propio Ignacio Manuel Altamirano.