Cartas del Embajador
"BOMBEROS HEROICOS"
Alberto Barranco Chavarría
Abiertas las puertas del infierno por una veladora, toda la Nueva España del 1750 se hacía tumulto frente a la iglesia del convento de los Agustinos: la apresurada jaculatoria de Su Ilustrísima para aplacar las llamas; la cadena interminable de brazos hilando baldes de agua desde la acequia del Factor, y los responsos de los propios frailes en reclamo de una milagrosa lluvia. De aquello que fue solo quedaron cenizas y recuerdos. El mismo horror que vomitaba reproches de una histérica Margarita López Portillo (¡Se los dije!) al espectacular incendio de la Cineteca Nacional que consumió media historia del cine mexicano. Y ahí estaba el fuego en la ferretería La Sirena, en la Casa Bocker, en la tienda Astor, en Nacional Financiera. Y ahí estaba Cantinflas haciendo malabares en la ruta al fuego en El Bombero Atómico. La epopeya de los vulcanos en el recuento de los peores incendios en la historia de México. Los recuerdos, los recuerdos de las hazañas de los héroes anónimos. De las bombas de agua jaladas por mulitas, hasta los espectaculares juegos de escaleras para llegar al cielo. La dualidad en la historia: bomberos y fuego. Incendios de escándalo, héroes de escándalo.
Foto: AGN