Cartas del Embajador

"Voz del Azteca"

 Alberto Barranco Chavarría

 

Popular entre la tropa como “La voz del Azteca”: el timbre grave, inconfundible, entrañable, que informaba de los cambios de jugadores por cortesía del Brandy Bobadilla 103 y entre la identificación de los autores de los goles, alguna vez Pelé, otra Maradona, exhortaba al respetable a meter un golazo Tutsi-Pop, la aventura de Melquiades Sánchez Orozco, “El perruco”, en venganza por calificar de perro a un compañero que le metió un faul, duró 52 años: del segundo partido en el coloso de Santa Úrsula hasta noviembre de 1917 en que le cortaron la coleta con vuelta al ruedo y lágrimas al calce. En el medio tiempo el locutor que llegó de cachirul a las cabinas anunciaba el inicio de “Don Gato y su Pandilla” o “Los Picapiedra”, con estación en la búsqueda de personas perdidas (“Canal 5 al servicio de la comunidad”). Más allá de la leyenda, detrás de la voz profunda estaba el pintor, cuyos modelos iniciales eran las obras que reproducía Cerillera La Central en sus presentaciones de lujo. Su primera obra en venta, 35 pesos, plasmaba una casa típica de Tlaquepaque. Su pasión, además, era la electrónica, aunque se daba tiempo para escribir dos libros. La odisea alcanzó 90 años, un minuto de silencio en el estruendo de los estadios de futbol… y un eco que no termina.

 

Los golazos del “perruco”.