Cartas de Embajador

MUSEO DEL CHARRO

 

Crisol de historia viva, el ramillete conjuga la silla de montar de mi general Villa, escudo nacional repujado en la piel, funda de la 30-30 para lo que se ofrezca, con la charra de uso dominguero del general Leonardo Márquez, por buen nombre “El tigre de Tacubaya”, y la utilizada en sus incursiones furtivas al Jardín Borda de Cuernavaca por Maximiliano, emperador de los conservadores. El olor a viejo, el patio con añoranza de Hacienda con el charro cantor Jorge Negrete en pose de capataz. Se diría que las espuelas hieren la piedra. Es el Museo Nacional de Charrería incrustado entre la arquería que abrigara la congregación de Monserrat, cuya virgen mantiene en custodia. Pinturas, fusiles, botines, trajes de botonadura de plata. Todo fue usado. Todo es historia. El escudo nacional bordado en el rojo intenso de la falda de la China Poblana. Los sombreros zapatistas adornados con estampitas de la Virgen de Guadalupe. El color y el sabor de México. El recuento, consejas y anécdotas al calce. Las suertes del caballo; los juegos de la reata. “A orgullo lo tengo”, diría Jorge Negrete.