Cartas del Embajador: José María Morelos
La frase es de Napoleón Bonaparte: “Denme dos Morelos y conquisto el mundo”. Aterrado, el comandante realista le escribiría al virrey Francisco Javier Venegas: “Ese clérigo es un segundo Mahoma”. “El genio de la guerra”, diría de él Ignacio Manuel Altamirano. Me doy por servido, diría el “Rayo del Sur” al que dos veces nombrarían Generalísimo, con ser Siervo de la Nación. Hijo de un carpintero de ascendencias indígena y una criolla, José María Teclo Morelos y Pavón nació en un convento. Asaltada en la calle por las urgencias del parto, Juana María Guadalupe Pérez y Pavón sería asistida por la caridad de unas monjas. Ella le enseñaría a leer al muchacho al que la adversidad convertiría en arriero, pero la confianza del dueño de la Hacienda de Guadalupe le daría cauce a su ingreso al Colegio Nicolaíta en 1892. A los tres años de estudio se cobijó de bachiller; a los cinco de sacerdote. Encargado del curato de Carácuaro y Nocupétaro, se negó a la orden del obispo Manuel Abad y Queipo de pegar en los muros de la iglesia un texto infamante contra su exmaestro el sacerdote Miguel Hidalgo, levantado en armas para días después asumir como propia la causa independentista. Quería ser sólo el capellán de la tropa insurgente y se le ordenó encabezar la rebelión en el sur. La ruptura del sitio de Cuautla y la toma de Tixtla mostraría al estratega y la pauta para la Constitución de Apatzingán al ideólogo: “Que solo distingan a un mexicano de otro la virtud o el vicio”. Morelos, el genio de la guerra.