COLOSO DE LA BASÍLICA
Impresionante a la vista de las transmisiones televisivas de los oficios pontificios, el baldaquino que parece arropar el altar mayor de la Basílica de San Pedro, el coloso de bronce de 29 metros de altura y 63 toneladas de peso, representa la obra mayor del arte romano. Su antigüedad se remonta a 1624. La idea original del papa Urbano VIII Barberini para la construcción del ornamento que pareciera querer tocar el cielo, era utilizar las columnas de mármol al resguardo del monumento fúnebre al apóstol San Pedro, lo que rechazó el artista elegido para la magna obra: Gian Lorenzo Bernini.
La idea derivó en una alegoría esplendorosa en que contrasta el dorado del ora con el negro del bronce. Y más: a contrapelo de la tradición, el escultor, que a sus 25 años no había empleado ese tipo de material en sus obras, lo que obligó a aprender la técnica, desde su fundición, desechó las hojas de vid como adornos, trastocándolas por abejas, soles y laureles, símbolos de la familia Bernini.
El escudo de armas de ésta se ubica en cada uno de los pedestales de mármol cuya dimensión es de 2.5 metros, colocándose al centro de siete paneles el rostro de una mujer cuya expresión varía de acuerdo a la distancia. Así, de pronto éste se asemeja al de un querubín, en tanto el escudo pareciera hincharse conforme se avanza, para volver a su forma original en el último panel. La metáfora remite a la concepción. De la felicidad de la ingravidez al dolor del parto…y el arribo del fruto.