En lo que pareciera una caprichosa deformación de una gran roca, como detenido en el aire, con el inaudito de haber sido labradas paredes y ventanas con un solo cincel, en una ladera de 70 metros ubicada en la carretera hacia el poblado de Vergemoli, región de Toscana, se ubica una ermita que a lo largo de los años se ha convertido en un santuario dedicado a la Virgen María, al que acuden miles de peregrinos en busca de consuelo. De acuerdo a la tradición, a la mitad del siglo XIV la madre de Cristo se le reveló a una pastora del lugar justo en un sitio donde desde entonces fluye agua pura. En acción de gracias se erigió una iglesia en el lugar, al que se consagró con el nombre de Santa María de los Mártires.

 

Hasta el año 1868 los ermitaños de la cofradía fundadora cuidaron del lugar, decidiendo la autoridad diocesana que fueran sacerdotes quienes realizaran las funciones, en afán de ordenar y promover la devoción a la Madona. En 1941, por decreto del obispo de Massa, se le entregó la custodia a los frailes de la orden capuchina de Lucca, uno de los cuales atiende a los visitantes, aunque actualmente el que fuera convento de clausura está habitado por los Discípulos de la Anunciación.

 

Un lugar de fe, devoción…y asombro.