CARAVANAS HACIA EL PADRE PIO

 

A veces la imploración por la salud del enfermo o el agradecimiento por el favor recibido caminan una larga jornada hasta la ciudad de Pietrelcina, donde nació y donde se ubica su sepulcro. A veces sólo a un rincón de Roma, donde una iglesia resguarda algunas de sus reliquias, donde está una impresionante escultura con su efigie, y a donde llegó el cuerpo a su muerte y se celebró la buena nueva de su canonización.

 

Es San Pio de Pietrelcina, o simplemente el padre Pio. El consuelo de los afligidos y la salud de los enfermos. El sacerdote de extraña vida en cuyo marco se debieron realizar profundas investigaciones científicas para intentar descifrar lo indescifrable: las heridas en manos y pies, similares a las de Cristo en la cruz; las visiones de ángeles y a veces de la propia Virgen María o de Jesús.

 

El religioso que cruzaba noches en rezo dentro de una humilde choza; al que una lanza atravesó su cuerpo sin dañarlo; el que de pronto se volvía clarividente de pronto parecía tener el don de la ubicuidad. Existen testimonios en declaraciones juradas de pilotos de Estados Unidos que, al entrar en combarte contra los nazis en la zona de Gargano, Italia, justo donde vivía el sacerdote, lo habían visto aparecer entre las nubes con su tradicional postura de brazos abiertos en signo de bloquear el paso.

 

Sometido a exámenes clínicos, incluidos psiquiátricos, además de teológicos, el padre Pio alcanzo un espacio en los altares al certificarse la autenticidad de lo que parecía mito: El santo de las curaciones milagrosas.