Biblia para los Pobres

Construida durante ocho años, en la colina mayor del poblado de Asís, se localiza una señorial y hermosa basílica declarada Patrimonio de la Humanidad. En ésta se guardan los restos del fundador de la orden franciscana, Francisco de Asís. Aunque el fraile que logró volver manso al terrible lobo de Gubbio dejó escrito en su testamento su deseo de una tumba tan sobria como había sido su vida, en respeto estricto a la primera regla de la orden que reclama pobreza absoluta, el templo se diseñó con la gran fastuosidad, aunque con una característica especial: su preminencia de elementos decorativos que se convierten en herramientas de evangelización y fortalecimiento de la fe. La idea es que las figuras, los relieves, las imágenes puedan ser comprendidas aún por los analfabetos.

 

Un detalle curioso es que el sendero que conduce al promontorio donde se ubica la basílica se conocía en la edad media como Calle dell’Inferno, dado que ahí se sepultaba a los condenados a muerte. Naturalmente, al colocarse la primera piedra de la iglesia el nombre cambio por Calle del Paradiso.

 

El peregrino que llega a la basílica tras una penosa ascensión a pie se encuentra con algo más que un premio al esfuerzo, al contemplar frescos de inaudita belleza realizados por Simone Martine y Giotto.

No se equivocó el que bautizó a la iglesia dedicada al humilde religioso como la “casa de oración más bella de la tierra”.