9 de febrero de 2014

LA AMENAZA QUE NO CESA

Periódico Reforma


Por Juan Manuel Gómez Robledo*

Para la gran mayoría de las personas, las armas nucleares y la terrible amenaza que representan son cuestiones del pasado. Nos recuerdan los tiempos de la Guerra Fría, cuando se hablaba de la Destrucción Mutua Asegurada en caso de un enfrentamiento entre las dos grandes potencias nucleares: Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. Hoy, a más de dos décadas del fin de la Guerra Fría, la posibilidad de que un conflicto nuclear ocurra pareciera imposible.

Sin embargo, ¿cómo explicar que siguen existiendo más de 17 mil armas nucleares en el mundo, con más de 16 mil sólo en posesión de Estados Unidos y Rusia? ¿Cómo explicar que cerca de 2 mil armas nucleares se encuentran en estado de "alerta operativa alta", es decir, que están listas para ser lanzadas en los 10 a 15 minutos posteriores a una "amenaza potencial"? ¿Qué nos asegura que estas armas están bien resguardadas y que no existe la posibilidad de que ocurra una detonación, intencional o accidental, o de que caigan en las manos equivocadas?

La existencia misma de las armas nucleares, y su constante desarrollo y modernización por los países que las poseen, representan una amenaza para la humanidad entera. La posibilidad de que se produzca una detonación nuclear seguirá presente mientras existan estas armas, y se incrementa aún más teniendo en cuenta el número de arsenales existentes así como la poca información disponible sobre las condiciones de seguridad en las que se encuentran.

¿Qué significa esto para México? Desde que las armas nucleares se emplearon por primera vez, México comprendió que la humanidad entera se enfrentaba a un armamento con una capacidad indescriptible de destrucción. Desde entonces, México se ha pronunciado firmemente por su total eliminación, y fomentó la creación de la primera Zona Libre de Armas Nucleares en una región densamente poblada, mediante la adopción del Tratado de Tlatelolco. Ello le valió al diplomático mexicano Alfonso García Robles la obtención del Premio Nobel de la Paz. Hoy, todos los países de América Latina y el Caribe formamos parte de esta zona libre de armas nucleares, y tomando a Tlatelolco como modelo se han creado cinco zonas adicionales en todo el mundo.

Sin embargo, para liberarnos de la amenaza nuclear no podemos conformarnos con excluir las armas nucleares de nuestro territorio. Tenemos que determinar si estamos preparados para hacer frente a una detonación nuclear más allá de nuestras fronteras, y analizar el impacto humanitario devastador inmediato que tendría, así como su impacto en el mediano plazo en la salud, el medio ambiente, la economía global y en los flujos migratorios, por ejemplo.

La explosión de 100 armas nucleares como la que se empleó en Hiroshima en 1945 -cuya potencia era muy inferior a la de las armas actuales-, además de causar la muerte de millones de personas, produciría una nube de humo tan grande que bloquearía de 7 a 10 por ciento de la luz solar sobre toda la Tierra durante al menos una década. Esto significa que las consecuencias de una explosión nuclear no sólo deben ser atendidas por los países que poseen armas nucleares y que son objetivos potenciales de un ataque. Por su impacto global, la existencia de las armas nucleares y el impacto humanitario que tendría una detonación nuclear son una responsabilidad colectiva, que concierne a todos los países y los habitantes del mundo.

Asumiendo esta responsabilidad global, y con el propósito de estudiar los efectos y el daño que produce este armamento, México será anfitrión de la Segunda Conferencia Internacional sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares, que tendrá lugar en Nuevo Vallarta, Nayarit, el 13 y 14 de febrero. La Conferencia de Nayarit continuará las discusiones que comenzaron en Oslo, Noruega, en marzo de 2013, y confiamos en que contribuirá a incrementar la conciencia mundial sobre el peligro que representan estas armas en pleno siglo 21.

Todos los países miembros y observadores de la ONU están invitados, así como especialistas en salud pública, asistencia humanitaria, medio ambiente, protección civil, desarrollo y seguridad alimentaria, provenientes de organismos internacionales, instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil.

La experiencia histórica del empleo de las armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, así como los miles de ensayos nucleares que se han llevado a cabo -el último en 2013 por la República Popular Democrática de Corea-, muestran la capacidad de estas armas para devastar la naturaleza y lo creado por el ser humano; dañar severamente no sólo la salud de los habitantes directamente afectados, sino la salud global; afectar el desarrollo económico de las naciones al destruir infraestructura crítica y medios de producción y de comunicación; agravar el cambio climático y el daño ecológico; e incidir en el abastecimiento alimentario, provocando desplazamientos poblacionales masivos.

Miles de armas nucleares están listas para ser empleadas en cuestión de minutos, y el riesgo de un accidente no puede ser descartado. ¿Estamos listos para hacer frente a este reto aterrador? La seguridad del mundo depende de ello. La cita es en Nayarit.


*El autor es Subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, de la SRE.