“La Pequeña Polonia” en México: historia de refugio y hospitalidad (1943-1947).
Autoras:
Celia Zack de Zukerman
Gloria Celia Carreño A.
El campo de Santa Rosa, en las cercanías de León Guanajuato albergó entre 1943-1947 a 1453 refugiados polacos, de ellos 280 eran niños a quienes la guerra y las decisiones políticas de las potencias que invadieron su país, les enviaron a un destierro doloroso. La historia de esta triste odisea comenzó cuando tras la invasión del ejército nazi a la zona este de Polonia, en el afán de Hitler de expandir el dominio alemán; la Unión Soviética con su propio interés de expandirse geográfica e ideológicamente invadió el 17 de septiembre, la parte oriental de Polonia.
De esta manera quedaba anulado el tratado de Riga de 1921 en el cual se establecieron las fronteras entre los dos países.
Entre el 1º y 2 de noviembre de 1939 el gobierno soviético anexó formalmente los territorios ocupados de Polonia a las repúblicas socialistas de Ucrania y Bielorrusa.
Con una Polonia fraccionada y repartida entre las dos potencias las cuales, una arguyendo la supremacía racial, y la otra enarbolando los ideales del comunismo internacional, llevaron a cabo operativos de represión masiva, encarcelamientos de disidentes y posibles disidentes, asesinatos masivos y desplazamientos de la población.
Polonia, derrotada y dividida fincó sus esperanzas de seguir existiendo como país y tener alguna voz en el concierto de naciones a través del gobierno en el exilio que quedó formalmente constituido el 2 de octubre de 1939 en Paris, con Wladislaw Raczkiewic como presidente y Wladislaw Sikorski como primer ministro. Este gobierno obtuvo el apoyo del gobierno inglés porque de esa manera podría disponer de las reservas polacas en contra de Alemania.
Si bien al principio el gobierno soviético actuó con cautela, una vez que tuvo todos los hilos en la mano introdujo drásticos cambios políticos, socio-económicos y demográficos: estableció el rublo como moneda oficial, desmanteló fábricas y las trasladaron a la URSS junto con los empleados y dueños, así como hospitales y escuelas. Ese fue el principio de una serie de deportaciones en masa de la población polaca hacia el oriente y norte de la URSS. No se conoce el número exacto de deportados, el estimado de las autoridades polacas es de 1.2 millones de personas.
Estos ciudadanos polacos fueron enviados en las regiones más hostiles, principalmente Siberia, Ubekistan, Kazajstán; donde permanecieron bajo severas condiciones tanto climáticas como de trabajo.
Al dar un giro curso de la guerra con la invasión de territorios soviéticos por parte de Alemania y la respuesta de la URSS incorporándose a la conflagración como parte de los Aliados, la suerte de miles de ciudadanos polacos dio un giro, ya que una de las condiciones de Inglaterra para apoyar la estrategia militar de Stalin, fue la liberación de los ciudadanos polacos.
Inglaterra convenció al gobierno soviético de crear un ejército polaco dentro de la propia Unión Soviética con los miles de polacos deportados que se encontraban en los campos de trabajo forzado y entre los cuales había muchos oficiales y soldados. Esto dio esperanzas a Sikorski y al gobierno en el exilio.
El ejército polaco quedó bajo la dirección del General Anders pero supeditado al comando del Estado Mayor del ejército rojo y tristemente se comprobó que no había oficiales polacos porque estos ya habían sido aniquilados por el gobierno soviético principalmente en los bosques de Kathyn.
La gente que pudo salir para enrolarse en el ejército polaco estaba en pésimas condiciones físicas. Finalmente el 18 de marzo de 1942, Stalin estuvo de acuerdo en reubicar a los polacos en un clima más benigno, así, 40 mil soldados polacos con mujeres y niños fueron evacuados a Irán. En septiembre del mismo año alrededor de 71 mil fueron evacuados al Medio Oriente.
La estancia en Irán no se pudo prolongar y los refugiados fueron llevados a Karachi en la India. Finalmente seis países de África Oriental, pertenecientes al Commonwealth Británico ofrecieron refugio a 20 mil refugiados mientras durara la guerra.
Sorpresivamente otro lugar que se ofreció para los exiliados políticos fue México. La política mexicana respecto a la inmigración en las postrimerías de los años 20 era restrictiva, se hizo más rígida a partir de 1933, por ello es sorprendente que el presidente Manuel Ávila Camacho haya accedido a negociar el permiso de 20 mil visas para el ingreso de refugiados.
La Planeación y preparativos para enviar refugiados de guerra polacos a México empezaron en el otoño de 1942 a través de los encargados navales ingleses, mucho antes que el general Sikorski llegara en una visita oficial a México el 28 de diciembre de 1942, donde fue recibido con honores de jefe de Estado. Durante esa visita, el 30 de diciembre, en una conferencia de prensa, Sikorski habló de 5 mil visas y en el anuncio oficial de la Secretaría de Relaciones Exteriores del 31 de diciembre se puntualizaba que la estancia de los refugiados, no duraría sino hasta el momento en que terminada la guerra, cuando hubiera posibilidades de enviarlos nuevamente a su patria; y que aceptaba dar asilo a un contingente de polacos, adecuado a la capacidad inmigratoria del país, debiendo estos refugiados ser trasladados a México por cuenta del gobierno de Polonia.
El gobierno de Estados Unidos ofreció la suma de 3 millones de dólares que cubrirían la transportación y la estancia del primer año. Fue hasta el 5 de abril de 1943 cuando se reunieron el nuevo representante de Polonia, Wladyslaw Neuman; el embajador de Estados Unidos George S. Messersmith; el embajador inglés Charles Harold Bateman y el Subsecretario de Relaciones Exteriores, Jaime Torres Bodet quienes nombraron un comité encargado de encontrar el lugar adecuado, la elección fue la Hacienda de Santa Rosa, en Guanajuato a 10 km. de la ciudad de León.
El 10 de julio de 1943, el primer contingente de refugiados llegó a la estación de ferrocarril de León, después de recorrer 14 mil millas. Fueron recibidos en la estación del tren por las autoridades municipales de la ciudad de León, una orquesta militar que tocó los dos himnos nacionales y una población entusiasmada. El 2 de noviembre del mismo año llegó el segundo contingente. Los trabajadores de Ferrocarriles Nacionales quienes se encontraban en huelga dieron una muestra de solidaridad para este grupo al aceptar transportarlos desde Estados Unidos a León, Guanajuato. El total de refugiados que llegó fue de 1453.
La composición de la población de Santa Rosa, estaba formada en su mayoría por mujeres y niños, paulatinamente algunos pudieron salir y radicarse en la ciudad de México, otros se fueron a Canadá y 22 jóvenes mujeres se alistaron voluntariamente al ejército polaco, algunas jóvenes salieron por haberse casado con mexicanos, hubo 6 muertos y nacieron 64 niños. De esta población alrededor de 900 estaban integrados en familia con uno o los dos padres, 193 venían solos, 30 en compañía de algún pariente y 236 huérfanos.
Los refugiados se vieron obligados a vivir en un espacio limitado y tenían prohibido incorporarse al trabajo productivo en el seno de la sociedad mexicana, por lo que las labores que realizaban eran para su propia asistencia y comodidad intramuros de la hacienda Santa Rosa que fue llamada “La Pequeña Polonia”. Ahí, hubo zapateros, fontaneros, electricistas, algunos plantaron su propia hortaliza, las mujeres se ocupaban de la cocina así como hacer el vestuario de los alumnos para las representaciones teatrales de los niños o en los desfiles de las fiestas nacionales mexicanas. Los niños y jóvenes estaban ocupados en la escuela donde se impartía el programa educativo polaco, y también ocupados en aprender diferentes oficios. A pesar de que la regla era que los refugiados no podían salir del campamento, la realidad fue otra ya que obteniendo un permiso a tiempo, pudieron salir de excursión, pasar revisión médica en la ciudad de México así como realizar paseos en la propia ciudad de León. Todo ello creó una relación de amistad y cooperación con el entorno.
La clínica del campamento daba servicio a los habitantes de las inmediaciones, la construcción de nuevas instalaciones captó en buena medida trabajo mexicano, esta relación llevó a las autoridades locales a mejorar el acceso al campamento construyendo una carretera que iba de León a Santa Rosa y se estableció una escuela en el ejido Plan de Ayala situado a un costado de la hacienda.
El campo de Santa Rosa fue liquidado oficialmente el 31 de diciembre de 1946, pero desde la visita del Secretario de Gobernación mexicano Miguel Alemán el 10 de febrero de 1945 se marcó el fin del carácter de residencia forzada cuando anunció a los refugiados que tenían autorización para instalarse y trabajar fuera del campamento bajo la condición de obtener permisos individuales ante la Secretaría de Gobernación. La otra opción era el regreso a Polonia.
Aunque algunos intentaron sin éxito incorporarse al ámbito productivo en México, para otros el regreso a Polonia no era una opción, ya que el Este de Polonia había quedado bajo el dominio soviético y la memoria de su estancia en el exilio les hacía desistir de esa posibilidad, la alternativa de la mayoría fue irse a los Estados Unidos, entre ellos los huérfanos quienes fueron colocados en distintos orfanatos especialmente en la zona de Chicago; muchas mujeres se casaron por poder con jóvenes polacos de Estados Unidos o Canadá. Sólo un grupo de 87 personas regresó a Polonia donde fueron conocidos como “los mexicanitos”. En México quedaron las mujeres que se casaron con mexicanos y algunos judíos que recibieron ayuda de la comunidad judía.
Santa Rosa se consideró completamente liquidada el 16 de mayo de 1947, pero como todavía quedaban 106 niños en edad escolar y 99 adolescentes se decidió establecerlos en la Casa Hogar de Tlalpan auspiciada por el Polish Roman Catholic Union of America que funcionó hasta 1950. Hay que apuntar que todo el mantenimiento de la hacienda estuvo en manos de Estados Unidos y las organizaciones de ayuda polacas y judías.
El común denominador de todas las historias de quienes vivieron estos acontecimientos es que Santa Rosa fue un oasis, un hogar dichoso donde adquirieron las herramientas, la fuerza y la confianza para seguir su camino.
Así, la historia de estos polacos, pese a ser una historia de sufrimiento se tornó una historia de final feliz. Considerando que los protagonistas de esta historia fueron muy afortunados ya que salvaron la vida en una guerra en la que perecieron 38 millones de personas en Europa, entre ellas 6 millones de judíos, 20 millones de soviéticos, 4 millones de polacos y 1.7 millones de yugoslavos.
Recordar esta historia es un homenaje a la hospitalidad de México, a la cordialidad de la ciudad de León, Guanajuato, y una celebración a la vida de los que encontraron en Santa Rosa un oasis donde recuperarse.
Es decir es una historia que va del contexto más amplio de las decisiones políticas a nivel internacional, a la más reducida de la historia de individuos. Y deseando que el recuerdo de ello nos haga tomar conciencia de la situación de los millones de personas, entre ellas los millones de mujeres, hombres y niños quienes hoy día se encuentran lejos de casa en calidad de refugiados por conflictos bélicos en distintas partes del mundo.